Cómo perjudica el azúcar al sistema inmunitario
No es ninguna novedad que el azúcar es dañina para nuestro cuerpo, pero debido a que es un alimento que se consume regularmente, la gente no se toma en serio la amenaza que constituye. En esta entrada os explicaré como el azúcar perjudica al sistema inmunitario, debilitándonos y haciéndonos más susceptibles a virus y bacterias.
Actualmente nos encontramos en una pandemia por el virus COVID-19 y seguro que habéis escuchado que los pacientes con diabetes tipo 2 tienen un pronóstico bastante negativo. Ya sabéis que la diabetes es causada por el abuso de la ingesta de carbohidratos sobre todo del azúcar, así que con esta entrada entenderéis porque la gente que tiene diabetes muere con más facilidad que la gente que está sana.
El sistema inmunitario
Primero vamos a ver qué es y cómo funciona el sistema inmunitario. Según la Wikipedia, el sistema inmunitario es el conjunto de elementos y procesos biológicos en el interior de un organismo que le permite mantener el equilibrio interno frente a agresiones internas o externas. En otras palabras, es lo que nos protege cuando enfermamos o estamos heridos.
El funcionamiento es bastante sencillo, cuando algo pone en riesgo nuestra salud el sistema inmunitario reacciona liberando moléculas que son capaces de eliminar aquello que nos está atacando, cuando esto ocurre el cuerpo se inflama. Este ataque puede venir de virus, bacterias, células cancerígenas e incluso cosas físicas como una simple herida.
Cómo perjudica el azúcar al sistema inmunitario
Hay unos cuantos artículos sobre como el azúcar afecta al sistema inmunitario, el problema es que para variar la mayoría son en ratones, moscas (1) u otros animales o son estudios epidemiológicos (2). Lo he dicho varias veces y lo repito una vez más a mí no me gusta basar mis opiniones en estos estudios, porque, aunque compartamos mucho de nuestro ADN con otros animales, nuestro cuerpo funciona diferente en muchos otros aspectos y los estudios epidemiológicos no se pueden tomar como verdades, son de las pruebas más débiles que hay en ciencia y ninguna política de salud debería basarse en ellos (y aun así sí que las hay, lo cual es triste). Dicho esto, vamos a repasar algunos artículos que estudian más a fondo la relación entre el consumo de azúcar y el sistema inmunitario, yendo al origen del daño que hace el azúcar en las reacciones bioquímicas que ocurren dentro de nuestro cuerpo cuando la consumimos.
Aumenta la inflamación
Formación de PGAs
Como he explicado en otras entradas, cuando un carbohidrato (pan, pasta, arroz, papa o patata, caramelos, pasteles, etc.) entra en el cuerpo se divide en moléculas más pequeñas llamadas glucosa. En el intestino, esta glucosa pasa al torrente sanguíneo donde reacciona con grasas y proteínas. A este proceso se le conoce como glicación y da lugar a unos productos llamados productos de glicación avanzada (PGA). Estos productos son altamente reactivos, que algo sea reactivo no es bueno.
La madera por ejemplo es un material reactivo (inflamable), muchas veces vemos incendios durante el verano en zonas muy secas. Estos incendios son difíciles de apagar ya que se extienden con gran facilidad gracias a la facilidad que tiene la madera para quemarse. Pasa algo similar en el cuerpo con las moléculas como los PGA, reaccionan dentro del cuerpo con otras moléculas produciendo un efecto dominó de daños a su paso. De hecho, los PGA son destruidos por los glóbulos blancos que son los mismos que se presentan cuando nos hacemos una herida o tenemos amigdalitis.
Como os decía anteriormente la inflamación es la respuesta del sistema inmunitario ante un peligro, el problema es que, si el cuerpo ya está inflamado por causa del azúcar y se encuentra debilitado, no puede combatir eficazmente con otras amenazas como un resfrío o herida. Esta es la razón por la cual es de conocimiento popular que los diabéticos tienen problemas para sanar sus heridas, el azúcar no permite que su cuerpo pueda cerrar un simple corte.
Existen maneras de medir la inflamación del cuerpo, hay unos cuantos marcadores que se pueden analizar uno de ellos es la proteína C reactiva o CRP.
En un estudio en el cual buscaban probar si el consumo de azúcar afectaba los valores de CRP (3), dividieron al grupo de participantes en dos. A uno le dieron alimentos altos en azúcar y al otro le dieron alimentos similares pero endulzados con endulzantes artificiales. Después de 10 semanas vieron que los del grupo del azúcar vieron aumentado su CRP en un 17%, mientras que los del grupo de endulzantes artificiales lo vieron reducido en un 22%.
En otro estudio se vio algo similar, les dieron a los participantes distintas dosis de fructosa, glucosa o azúcar diariamente en un periodo de tres semanas. Lo que vieron es que en todas las dosis de fructosa o azúcar el CRP aumentaba. El menor aumento fue del 60% con la dosis más baja de fructosa, mientras que el mayor aumento fue del 109% con la dosis más alta de fructosa. Por si no os acordáis el azúcar es una molécula de glucosa más una de fructosa.
Formación de ROS
No sé si os acordaréis de las especies reactivas de oxígeno o ROS de la entrada El alcohol engorda y es un veneno. Estos compuestos se forman en el hígado con el consumo de alcohol, pero también se forman por el exceso de carbohidratos. Al igual que los PGA los ROS son altamente reactivos y por eso son dañinos para la salud.
Dificulta la eliminación de bacterias
Como sabéis los resfriados pueden ser causados por virus o bacterias. En el caso de las bacterias, así como cuando desde una comisaría envían a la policía en un vehículo a encargarse de un robo, el sistema inmune envía unas cosas llamadas neutrófilos a través de la sangre para encargarse de eliminar a las bacterias que están causando daños. A veces a la policía le pasa que hay mucho tráfico en las calles y no llegan a tiempo, lo mismo les pasa a los neutrófilos en el torrente sanguíneo ya que el azúcar le impide llegar a la zona de infección.
En un artículo de 1978 (4) sometieron a los participantes a una ingesta de fructosa, glucosa, azúcar, miel, zumo de naranja y almidón. Lo que se vio es que el trabajo de los neutrófilos se ve disminuido tras la ingesta de los azucares simples y no en los almidones.
Perjudica el balance de la flora bacteriana
Muchas veces he comentado la importancia de las bacterias que viven en nuestros intestinos (la conocida flora bacteriana). Vivimos en simbiosis con ellas lo que quiere decir que ellas se benefician de nosotros y nosotros de ellas. Cuando nos enemistamos con las bacterias pasamos a estar en un estado de disbiosis. Lo que pasa en una disbiosis es que la flora está desequilibrada y han crecido más bacterias malas que buenas. Si una disbiosis no se trata a tiempo, las cosas se pueden descontrolar y las bacterias pueden causar grandes problemas que incluso pueden acabar en cáncer.
Adivinad quien es conocido por causar disbiosis, el azúcar. El azúcar alimenta al tipo de bacterias que no queremos en nuestro cuerpo y lo peor de todo es que causan un ciclo vicioso.
Aunque os suene a magia, las bacterias que tenemos en el intestino afectan lo que pensamos. Hay una conexión entre el cerebro y el intestino que va en ambos sentidos, así como cuando estamos preocupados se nos revuelve la barriga y en algunos casos nos da diarrea, también puede ocurrir que lo que esté pasando en el intestino afecte a nuestro cerebro. Es así como un sobrecrecimiento de bacterias de las que comen azúcar nos puede causar un aumento de antojos por alimentos dulces. Así es como la gente llega a ser obesa, entre otras cosas.
¿Y qué tiene que ver todo esto con el sistema inmunitario? Tiene que ver y mucho porque la flora bacteriana regula el equilibrio del sistema inmunitario. Los mecanismos a través de los cuales la flora bacteriana mantiene este equilibrio son algo complejos y no entraré en detalle en ellos, pero como prueba de que esto es verdad, os dejo el nombre de estos dos artículos para que los leáis si queréis saber más acerca del tema:
- Role of the Microbiota in Immunity and inflammation (5)
- The role of gut microbiota in immune homeostasis and autoimmunity (6)
Conclusiones
Como veis el consumo de azúcar no solo afecta como nos vemos sino también como nos sentimos y a nuestra salud. Es importante restringir al máximo el consumo de azúcares simples como la azúcar blanca, los zumos o jugos de fruta, las bebidas o refrescos, la miel y algunas frutas con un alto contenido en azúcar.
Si os resulta difícil dejar estas cosas, empezad dando pequeños pasos. Yo por ejemplo no dejé estas cosas de un día para otro, fue algo muy gradual. Os recomiendo primero dejar las bebidas y los zumos o jugos ya que es fácil cambiarlos por la versión sin azúcar. Una Coca-Cola Zero siempre será más sana que una coca cola normal y aunque el sabor es ligeramente diferente os terminareis acostumbrando al sabor, os lo aseguro.
Referencias
- Yu, S., Zhang, G., & Jin, L. H. (2018). A high-sugar diet affects cellular and humoral immune responses in Drosophila. Experimental Cell Research, 368(2), 215–224. doi:10.1016/j.yexcr.2018.04.032
- Liu, S., Manson, J. E., Buring, J. E., Stampfer, M. J., Willett, W. C., & Ridker, P. M. (2002). Relation between a diet with a high glycemic load and plasma concentrations of high-sensitivity C-reactive protein in middle-aged women. The American Journal of Clinical Nutrition, 75(3), 492–498. doi:10.1093/ajcn/75.3.492
- B Sørensen L., Raben A., Stender S., and Astrup A. (2005). Effect of sucrose on inflammatory markers in overweight humans. The American Journal of Clinical Nutrition, 82:421–7. doi: 10.1093/ajcn.82.2.421
- Albert Sanchez, J. L. Reeser, H. S. Lau, P. Y. Yahiku, R. E. Willard, P. J. McMillan, S. Y. Cho, A. R. Magie and U. D. Register. (1978) Role of sugars in human neutrophilic phagocytosis. The American Journal of Clinical Nutrition 26: NOVEMBER 1973, pp. 1180-1184. doi:10.1093/ajcn/26.11.1180
- Yasmine Belkaid and Timothy Hand. (2014). Role of the Microbiota in Immunity and inflammation Cell. March 27; 157(1): 121–141. doi:10.1016/j.cell.2014.03.011
- Hsin-Jung Wu and Eric Wu. (2012). The role of gut microbiota in immune homeostasis and autoimmunity. Gut Microbes 3:1, 4–14; doi:10.4161/gmic.19320